Cuento sobre Ek Balam 

Había una vez en la exuberante selva de la antigua civilización maya, un jaguar negro cuyo pelaje brillaba con la oscuridad de la noche. Este jaguar, llamado Xaman, era conocido por su majestuosidad y su conexión especial con los dioses y los espíritus de la selva.

Xaman, el jaguar negro, era más que un simple animal para los habitantes de la selva. Era visto como un guardián sagrado, un protector de los bosques y un enlace entre el mundo terrenal y el reino de lo divino. Los mayas creían que Xaman tenía la capacidad de comunicarse con los dioses y los espíritus de la naturaleza, y que su presencia era un símbolo de buena fortuna y protección.

Una noche, cuando la luna llena iluminaba el dosel de la selva, los habitantes de una aldea maya cercana se encontraron en peligro. Una manada de depredadores acechaba en las sombras, amenazando con atacar el poblado y causar estragos entre sus habitantes indefensos.

Entonces, Xaman, el jaguar negro, escuchó el llamado de la selva. Sintió el peligro que acechaba a su gente y decidió intervenir. Con paso silencioso y ojos brillantes, se adentró en la oscuridad de la selva, decidido a proteger a los suyos.

Los aldeanos, al ver al majestuoso jaguar negro acercarse, sintieron un destello de esperanza. Sabían que Xaman era un ser especial, un guardián enviado por los dioses para protegerlos. Con reverencia y gratitud, observaron mientras Xaman se enfrentaba a los depredadores con valentía y astucia.

El jaguar negro, con sus poderosas garras y su mirada penetrante, logró ahuyentar a los depredadores y salvar a la aldea de la destrucción. Los aldeanos celebraron con alegría y gratitud, honrando a Xaman por su valentía y protección.

Desde aquel día, Xaman, el jaguar negro, fue venerado como un héroe en la selva maya. Su leyenda perduró a lo largo de los siglos, recordando a todos que, aunque la oscuridad pueda acechar, siempre habrá un guardián sagrado dispuesto a proteger a los que lo necesiten. Y así, la figura del jaguar negro se convirtió en un símbolo eterno de poder, protección y conexión con lo divino en la cultura maya.